LOS 10 MANDAMIENTOS

LOS DIEZ MANDAMIENTOS
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¿Cuáles son los 10 Mandamientos?

Uno de los grandes acontecimientos de la historia de Israel, y quizá de toda la humanidad, es el momento en que Dios promulgó su ley, los 10 mandamientos. 

Ésta no fue dada para que los israelitas pudieran llegar a ser justos si la cumplían (Ro. 3:20 ; Gá. 3:11), porque la justificación ante Dios siempre ha sido a través de la fe (confianza) en el Señor (Gn. 15:6; Ro. 4:3, 22; 5:1; Gá. 2:16; 3:6, 21). 

Más bien, la ley serviría para que los israelitas pudieran ver su pecado (Ro. 3:19–20; 7:7) al compararlo con los estándares de santidad y justicia divinas, y para condenar a la humanidad. La ley mosaica que aparece en Éxodo consta de tres partes: el decálogo (Éx. 20:1–21), el libro del pacto, que incluye las ordenanzas civiles y religiosas (20:22–24:11) y los reglamentos ceremoniales (24:12–31:18).

Introducción al decálogo (Éxodo 20:1–2)

LOS 10 MANDAMIENTOS

Éxodo 20:1–2. Los diez mandamientos (la frase de Éxodo 34:28 “diez mandamientos” es lit., “diez palabras”) son el eje de todas las leyes civiles y religiosas de Israel y consta de dos partes. 

Los primeros cuatro mandamientos tratan de la relación de los israelitas con Dios, y los otros seis tratan de las relaciones sociales que se debían observar dentro de la comunidad del pacto. 

Antes de dar esas diez estipulaciones, Dios habló; i.e., hizo un preámbulo en el que trató el asunto de su relación única con su pueblo (Yo soy Jehová tu Dios, Éxodo 20:2) y en ese prólogo histórico resumió brevemente todo lo que él había hecho por ellos (te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre, v. 2b; cf. 13:3, 14; Dt. 5:6; 6:12; 7:8; 8:14; 13:5, 10). 

Siglos antes, Dios había llamado a Abraham para que dejara su tierra de Ur (Gn. 15:7); y después, sacó de Egipto a los descendientes de ese patriarca.

Los diez mandamientos son un excelente resumen de las diez reglas divinas que deben regir la conducta humana. 

Pueden llamarse reglas acerca de: 

(1) religión 

(2) adoración 

(3) reverencia 

(4) tiempo 

(5) autoridad 

(6) vida 

(7) pureza 

(8) propiedad 

(9) lengua 

(10) contentamiento.

El primer mandamiento (Éxodo 20:3)

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Éxodo 20:3. El primero de los diez mandamientos estipuló que Israel debía servir al único Dios verdadero. Adorar a dioses falsos equivaldría a poner rivales ante el Señor (delante de mí puede significar “en oposición a mí” o bien, “en mi presencia”) y cuestionar el hecho de que él es el único Dios (cf. vv. 22–23). 

Desafortunadamente, Israel a menudo desobedeció ese primer mandamiento y adoró a los ídolos de otras naciones. Al final, esto fue lo que provocó que los israelitas fueran exiliados a Asiria y Babilonia.

El segundo mandamiento (Éxodo 20:4–6)

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Éxodo 20:4–6. La adoración a Dios debía ser espiritual, no material. A Israel se le prohibió adorar ídolos (v. 3) así como hacer imágenes de Dios. La palabra imagen es pesel, y significa “madera o piedra labrada”, y viene de pāsal, “labrar”. Posteriormente (Éxodo 34:17), también se prohibieron los “dioses de fundición” que se hacían con metal derretido. 

Como Dios es espiritual, ninguna representación material puede parecerse a él. Asimismo, se les prohibió hacer ídolos en representación de Dios que se parecieran a cosas que estaban en el cielo (sol, luna, estrellas) o en la tierra (animales), o en las aguas debajo de la tierra (peces, cocodrilos o algún otro tipo de vida marítima), porque Dios es un Dios celoso (cf. 34:14; Dt. 5:9; 6:15; 32:16, 21; Jos. 24:19); i.e., desea que la devoción sea otorgada exclusivamente a él. Su carácter único (Éx. 20:3), merece devoción única. 

La ausencia de tal dedicación se llama pecado y tiene repercusiones en las generaciones futuras. Por tanto, aquellos que le aborrecen serán castigados por él. En contraste, él siempre es leal (hace misericordia ḥeseḏ, “amor leal”) a aquellos que le aman y que demuestran ese amor por medio de la obediencia (cf. 1 Jn. 5:3).

El tercer mandamiento (Éxodo 20:7)

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Éxodo 20:7. El nombre de Jehová debe ser protegido y honrado. Los israelitas no debían utilizar su nombre con propósitos ociosos, frívolos o falsos (tal como al hacer un juramento sin intención de cumplirlo, Lv. 19:12). El pueblo no debe utilizar el nombre santo con fines egoístas y malvados (cf. Sal. 139:20; también V. el comentario de Dt. 5:11), tratando así de usurpar su autoridad.

El cuarto mandamiento (Éxodo 20:8–11)

Éxodo 20:8–11. Debía guardarse un día solemne de adoración a Dios cada semana. Guardar el día de reposo para santificarlo significa que debía separarse el séptimo día de los otros seis y hacerlo un día especial para Jehová. 

El pueblo tenía que trabajar seis días y adorar a Dios en el séptimo. Esto contrastaba con la esclavitud en Egipto, donde se supone que los israelitas no podían romper la rutina diaria. La base de este mandamiento es que Dios creó el universo en seis días y descansó en el séptimo día (Gn. 2:2–3; Éx. 16:23). Esto no quiere decir que el séptimo debe ser un día de ocio o pereza, sino de servicio espiritual en el que se cumplan las ordenanzas religiosas. 

En caso de que este mandamiento fuera violado, Dios impuso la pena de muerte (Éx. 31:15; Nm. 15:32–36). En la era actual de la iglesia, el día de adoración ha sido cambiado de sábado a domingo, ya que la resurrección de Jesús se efectuó en el primer día de la semana (cf. Hch. 20:7; 1 Co. 16:2).

El quinto mandamiento (Éxodo 20:12)

Éxodo 20:12. Los mandamientos del quinto al décimo forman la segunda porción de la ley (vv. 12–17) y tratan de las relaciones personales con los demás. Todos los mandamientos incluyen una prohibición, con excepción del cuarto (el último del primer grupo), y del quinto (el primero del segundo grupo). 

El quinto mandamiento se refiere al respeto (honor) que se debe dar a los padres e implica la obediencia y sumisión a ellos (cf. Ef. 6:1–2). La promesa de longevidad que acompaña al mandamiento (para que tus días se alarguen) se refiere a la permanencia de Israel como nación bajo la relación pactal con Dios (en la tierra que Jehová tu Dios te da), y no a la longevidad de cada individuo que obedezca. El maldecir a los padres, lo que equivale a rechazar su autoridad, se consideraba como ofensa capital (Éx. 21:17; Lv. 20:9; Pr. 20:20).

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El sexto mandamiento (Éxodo 20:13)

Éxodo 20:13. Para preservar a la humanidad y porque toda persona tiene la imagen divina (Gn. 9:6), Dios dijo a los israelitas: no matarás (rāṣaḥ, “asesinar”) a nadie.

El séptimo mandamiento (Éxodo 20:14)

Éxodo 20:14. Este mandamiento fue específicamente estipulado para proteger la santidad del hogar (He. 13:4; V. el comentario de Gn. 2:24; Mr. 19:1–12), la unidad fundamental donde se edifica la sociedad. El voto matrimonial es un pacto sagrado que no debe quebrantarse bajo ninguna circunstancia practicando la infidelidad sexual. El adulterio (nāʾap̱) se refiere a la infidelidad, ya sea por parte del hombre o de la mujer (Lv. 20:10).

El octavo mandamiento (Éxodo 20:15)

Éxodo 20:15. Este estatuto fue dado para promover el respeto por la propiedad de otros. Este también es un elemento importante para tener una sociedad estable. Y está íntimamente relacionado con el décimo mandamiento.

El noveno mandamiento (Éxodo 20:16)

Éxodo 20:16. Este mandamiento tiene que ver con emitir un falso testimonio contra alguien con objeto de causarle daño sin justificación. Guardar esta ley ayuda a mantener la estabilidad en la sociedad y protege la reputación de los individuos.

El décimo mandamiento (Éxodo 20:17)

Éxodo 20:17. Este mandato es una medida de seguridad general para evitar muchos otros pecados, especialmente los mencionados en los mandamientos sexto al noveno. Los israelitas no debían codiciar, o desear ávidamente, lo que legítimamente pertenecía a otros.

Estos estatutos son las declaraciones fundamentales para establecer una sociedad íntegra, como la ordenada por el Dios santo y justo. Aunque en la actualidad los creyentes no están bajo la ley (Ro. 6:15), sí están obligados a someterse a los santos preceptos que se presentan en los diez mandamientos. 

Nueve de estas diez reglas se repiten en el N.T. con estipulaciones adicionales que son aún más exigentes que las de Éxodo 20:3–17. El que no se repite es el que ordena guardar el sábado; aún así, debe consagrarse el primer día de la semana para adorar a Dios en memoria de la resurrección del Salvador.

La respuesta del pueblo (Éxodo 20:18–21)

Éxodo 20:18–21. El pueblo, al estar frente al monte, respondió con temor y asombro (cf. 19:16). Reconoció el gran poder y majestad de Dios, y quería escucharlo a través de Moisés—no directamente, porque serían destruidos. Moisés les aseguró que el propósito de este despliegue de poder y santidad de Dios era probarlos y ver su reacción. El temor hacia él detendría su desobediencia. Pero trágicamente, Israel perdió pronto el temor a Dios (Éx. 32)—un tema que se repite con frecuencia a través de su historia.

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